El agua que baja de las montañas: por qué los Andes sostienen la vida en Sudamérica

agua de los Andes, snow-covered mountain near body of water

Cuando el día amanece despejado en la cordillera, el agua inicia un viaje silencioso. Desciende por bofedales y quebradas, se reúne en ríos que cruzan ciudades y valles, y llega a alimentar a millones. En los Andes, cada gota cuenta una historia de abundancia y de riesgo, de energía y de fragilidad.

Un sistema que sostiene a millones

Los Andes abastecen de agua a más de 90 millones de personas y explican el 65% del agua que fluye en la cuenca del Amazonas. A la vez, 46% de la energía que generan los países andinos es hidroeléctrica, y 68% de los desastres reportados entre 2012 y 2022 tuvieron origen hidrológico.

Ciudades en expansión y estrés hídrico

Las ciudades andinas crecen y demandan más agua para el consumo humano, la agricultura y la energía. En muchas, la competencia por el recurso es evidente: el “estrés hídrico” refleja la presión entre la demanda total y lo disponible en ríos y acuíferos.

Para aliviar esa presión, los Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS) imitan el comportamiento de un paisaje natural: capturan, infiltran, tratan y reutilizan las aguas lluvias, reduciendo escorrentías contaminadas y el colapso de alcantarillados. Varias ciudades andinas ya los incorporan en su planificación.

El clima cambia, el suministro también

En las cabeceras andinas, los cambios de temperatura y precipitación son más extremos y alteran el balance hídrico. El estudio IAM (2023) muestra, por ejemplo, aumentos de temperatura y reducciones de precipitación en varias cuencas, con señales particularmente fuertes en la cuenca del río Santa en Perú.

Estas tendencias se traducen en impactos concretos para la agricultura, la ganadería, el turismo y la salud de ecosistemas altoandinos como páramos y punas. La recomendación: avanzar en acceso seguro al agua, producción sostenible y conservación de la biodiversidad como ejes de adaptación.

Glaciares que desaparecen

En los Andes del norte, los glaciares podrían reducirse 97% hacia fin de siglo; en el centro, muchos ya alcanzaron su “pico hídrico” y su aporte declinará; en el sur, los hielos patagónicos se reducen a velocidades inéditas. En Venezuela, el glaciar del pico Humboldt es el último del país.

Energía: abundante pero desigual

La hidroelectricidad andina depende de caudales estables y, por tanto, del clima. Aunque es una fuente clave de la matriz regional, su acceso no es equitativo: persisten brechas por ruralidad y pertenencia a pueblos indígenas. La planificación energética debe integrar esta realidad hídrica y social.

Inundaciones y sequías en un clima más extremo

Más de dos tercios de los desastres en la región son hidrológicos. Fenómenos como El Niño y La Niña intensifican sequías en altura o lluvias torrenciales en la costa y el sur, elevando el riesgo de inundaciones y deslizamientos.

Los últimos años confirman la tendencia: en 2024, Colombia declaró emergencia por incendios y bajos niveles en embalses; Ecuador registró su peor sequía en 19 años con pérdidas millonarias; el Titicaca bajó 1,32 metros en Bolivia, y Perú reportó una de sus sequías más severas en medio siglo.

Monitorear para regular mejor

La Iniciativa de Monitoreo Hidrológico de Ecosistemas Andinos (iMHEA) mantiene 22 sitios de observación que comparan cuencas conservadas y transformadas. Los resultados son claros: deforestación, agricultura y ganadería alteran caudales; y no toda reforestación ayuda—en Altos Andes, la vegetación herbácea de páramo y puna puede regular mejor que plantaciones exóticas.

Proteger las reservas naturales de agua

Las lagunas de páramo tienen un balance hídrico cercano a cero: si se vacían, tardan décadas en recuperarse. Los humedales y bofedales almacenan agua y carbono, pero requieren manejo sostenible; no por nada, 71 de los 94 sitios Ramsar andinos están en la cordillera.

Cierre: de la cumbre al hogar, un compromiso compartido

El agua andina no es un recurso inagotable, es un acuerdo entre clima, ecosistemas y personas. Cuidarla implica planificar ciudades con SUDS, adaptar la producción, conservar humedales y medir mejor nuestras cuencas. Desde la montaña hasta tu grifo, cada decisión puede sumar. Comparte este conocimiento y ayúdanos a proteger la gran red que nos sostiene.